Tenemos la oportunidad de entrevistar a Jon Hidalgo, presidente del patronato de la Fundación Lurgaia.
PCT: Jon, vuestra fundación (antes denominada Fundación Urdaibai) es una referencia muy destacada de la custodia del territorio en Euskadi, pero también lo es para muchas entidades que trabajan en la restauración de los bosques autóctonos en otros lugares. ¿Cómo ha evolucionado vuestra actividad desde vuestro origen en el año 2002 hasta el día de hoy?
Jon Hidalgo (JH): Nuestra actividad ha evolucionado de forma muy significativa desde el punto filosófico ya que empezamos con una política de trabajo directo con especies de fauna y flora amenazadas y al día de hoy trabajamos exclusivamente con ecosistemas, y más concretamente con la recuperación de estos. Con el tiempo nos hemos ido especializando, por un lado, en la restauración forestal (siempre sustituyendo plantaciones de pinos y eucaliptos por especies autóctonas), dando especial importancia a aquellos terrenos que cuentan con cursos fluviales y, por otro, en la gestión y mejora de algunos de nuestros ecosistemas costeros más valiosos (dunas y brezales litorales). En ese sentido el compromiso filosófico de la fundación es trabajar con ecosistemas primigenios y dada la precariedad del estado de las masas boscosas atlánticas de nuestro territorio nuestro mayor esfuerzo se centra en la recuperación de estas.
Otro de los cambios significativos en el modo de trabajar ha sido la incorporación del voluntariado, tanto corporativo como general, ya que desde nuestro punto de vista está estrechamente unido a la custodia de territorio, puesto que estamos hablando de dos “bienes” sociales. En este sentido, la forma de impregnar de una forma más efectiva a la sociedad de nuestra problemática e implicar a la gente en nuestros objetivos ambientales es a través del trabajo directo del voluntario mientras participa en proyectos de custodia. Cuando iniciamos nuestra andadura en 2002 ni conocíamos la existencia de la herramienta de la “custodia del territorio”. De hecho, comenzamos a trabajar con terrenos de propietarios que nos cedían su gestión sin haber oído hablar nunca de ella y eso que ya se había firmado la declaración de Montesquiu (2000). Hoy en día consideramos que estamos ante una herramienta maravillosa, que permite a la sociedad civil trabajar de forma directa con nuestro medio.
PCT: ¿Hasta qué punto consideras que la sociedad vasca también ha evolucionado en los últimos años y es más receptiva o proactiva con los valores y mecanismos de la CT o no?
JH: Es obvio que la sociedad ha evolucionado de forma muy significativa, primero desde el mero conocimiento de la custodia y luego desde su aplicación y todo ello a pesar de la ausencia de grandes grupos de conservación de la naturaleza en la comunidad autónoma vasca, que ni los ha habido ni los hay hoy en día. A pesar de llevar un retraso de más de un siglo respecto a los inicios de la CT, al igual que en España, la custodia del territorio ha entrado con fuerza, protagonizada sobre todo por grupos locales y a pequeña escala, en muchos casos venciendo las lógicas precauciones, e incluso miedos, que se presentan ante el reto y el compromiso que supone gestionar nuestro entorno desde una ONG.
En la divulgación de esta herramienta tuvo un peso decisivo Germán Alonso cuando ocupó el puesto de director de Biodiversidad y Participación Ambiental en el gobierno de Euskadi tras finalizar su etapa en la dirección del departamento de Proyectos de la Fundación Biodiversidad. Fue entonces cuando se dio inicio a las actuales ayudas del gobierno vasco destinadas a la custodia. Hoy en día esas ayudas siguen en marcha y, sin duda, han servido para que más grupos se decidan a poner en marcha esta manera de trabajar. Sin embargo seguimos notando cierta falta de interés, cuando no un claro recelo, en muchas administraciones.
Esa es una de las tareas pendientes que tenemos las entidades que nos dedicamos a gestionar nuestro patrimonio natural. Esa tarea es la generar la confianza necesaria entre ambos sectores, aún no plena hoy en día, de tal forma que la administración vea a las ONG como un complemento, no una competencia, en el que apoyarse para llegar a más sitios y mejor.
Pero esa mayor conciencia se traslada también a otros estratos de nuestra sociedad, no solo a nivel base o de las administraciones, sino a nivel empresarial, que cada vez busca más, a través del voluntariado corporativo, la implicación en proyectos de conservación que utilizan la custodia del territorio.
PCT: Jon, conoces la actividad de otras entidades en diferentes lugares, no solamente del Estado español sino también internacionales. ¿Qué semejanzas y diferencias destacarías respecto al trabajo que realiza la Fundación Lurgaia?
JH: Pues realmente no conocemos proyectos semejantes en el resto de Europa. Sí en cambio se está empezando a trabajar en una dirección simi
lar a la nuestra en Galicia (Fundación Terra do Mandeo, Quercus Sonora y otros). En cualquier caso la forma de trabajar de cada grupo debería estar en consonancia con las necesidades ambientales de su entorno geográfico, con el que casi siempre existe una vinculación emocional. Así, aunando lo emocional y lo físico, es fácil suponer que recuperar nuestro paisaje de siempre en la cornisa cantábrica, el bosque, es una prioridad.
Esta línea de trabajo en favor del bosque se basa en varias circunstancias que van desde lo más general a lo más cercano. Europa es el continente, por razones de desarrollo y de ocupación por parte del ser humano, que menos superficie de e bosques primarios tiene y aún, hoy en día, seguimos destruyéndolos. A escala regional la destrucción de los bosques de la franja cántabro-atlántica ha tenido lugar desde hace miles de años: se talaron para conseguir tierras para el sector primario y se han plantado especies exóticas de crecimiento rápido (coníferas y eucaliptos) cuando las explotaciones agroganaderas han dejado de ser rentables o cuando el hombre del campo se trasladó a la ciudad para vivir de la industria.
La tendencia, sin embargo, del trabajo en custodia en muchos lugares de Europa y España es a trabajar con entornos de origen antrópicos, artificiales y, en muchos casos, destinando recursos a su mantenimiento. En un planeta en el que el principal problema para la biodiversidad es la pérdida de ecosistemas. Creemos que ya es hora de empezar a recuperarlos, aunque nosotros no vayamos a verlos en su pleno esplendor.
PCT: Como naturalista de campo sabemos que siempre has dedicado esfuerzo al medio marino y a la campiña atlántica.¿Valoráis la posibilidad de abordar otras líneas de custodia menos centradas en el ámbito forestal?
JH: A nivel de la campiña atlántica hemos trabajado poco y lo que hemos hecho lo ha sido intentando recuperar un mínimo de heterogeneidad creando setos entre las fincas. En cualquier caso, y dada nuestra clara orientación a la restauración de ecosistemas primigenios, esta es una actividad que actualmente no mantenemos con especial interés.
Respecto al medio marino, incluyendo en este la franja costera, sí que mantenemos unos cuantos proyectos en colaboración con diversas administraciones (ayuntamientos y Diputación Foral de Bizkaia), pero en estos la custodia no es la figura protagonista; lo es la gestión. Y en demasiadas ocasiones gestión y custodia se confunden siendo cosas diferentes, por mucho que esta última, obviamente, contemple la primera. En cuanto al medio marino propiamente dicho creemos necesario que la autoridad competente, es decir, la Demarcación de Costas dé los pasos necesarios para que, con un buen proyecto de base, las ONG puedan trabajar de forma local en la conservación de localizados enclaves de alto valor naturalístico.
Finalmente, y aunque estemos volcados en la restauración forestal, nunca podemos dejar de lado otros ecosistemas propios de nuestra región, siempre y cuando mantengamos nuestra filosofía: trabajo prioritario con ecosistemas para así generar hábitat de aquellas especies propias, quedando el trabajo directo con estas en último lugar. De hecho, hemos trabajado también en la restauración de zonas húmedas en la Reserva de la Biosfera de Urdaibai y ahora lo hacemos también, de la mano de la Diputación Foral de Bizkaia, en la ZEC Ría de Barbadun.
PCT: ¿Cuáles son los principales obstáculos que os encontráis para desarrollar vuestro trabajo y cómo afrontáis su solución?
JH: Los principales problemas materiales a los que nos enfrentamos son de dos tipos: por un lado, está el uso y el tamaño de las parcelas a las que tenemos acceso y, por otro, cómo no, está el tema de la financiación.
Respecto a las parcelas en producción forestal con especies exóticas nos encontramos con el problema de su tamaño (en muchos casos de tamaño inferior a una hectárea). Esta situación provoca que, para tener unidades mínimas de bosque con elevado valor ecológico a futuro, debamos hacer esfuerzos suplementarios: a la firma de acuerdos de cesión de uso con los propietarios en muchas ocasiones debemos sumar la compra de parcelas colindantes. Desde el punto de vista ecológico es más valioso tener 100 parcelas de una hectárea juntas que 100 parcelas de una hectárea dispersas. Desde el punto de vista financiero es obvio que la restauración es mucho más costosa que la conservación y así estimamos que la restauración total de una hectárea puede suponer entre 6.000 y 10.000 euros.
Por otra parte, la percepción social de que la presencia de árboles equivale a la existencia de bosques no nos ayuda. Y no lo hace en varias líneas. Por un lado la sociedad
no ve la necesidad de buscar una sustitución de esas masas forestales “productivas” por bosques (y así volver a ver los colores del otoño en nuestra cornisa cantábrica) y por otro las entidades financiadoras (administraciones principalmente) son un reflejo de la sociedad y es complicado que financien proyectos de este tipo. En este sentido el mundo empresarial sí que está más abierto.
La solución a la fragmentación de la propiedad pasa por hacer un gran esfuerzo de trabajo y financiero, al objeto de concentrar esos refuerzos en unas pocas zonas, por ello destinamos la totalidad de las cuotas de nuestros amigos a la adquisición de terrenos. Obviamente con más recursos se podrían iniciar trabajos en más núcleos.
PCT: Mirando hacia el interior del movimiento de custodia ¿dónde piensas que debemos ser más autocríticos y cuál es el aspecto más esperanzador que destacarías?
JH: El espectacular crecimiento que esta herramienta está experimentando en España no está exento de problemas y entendemos que los principales lo son en el plano filosófico. Quizás dos de los más llamativos sea la confusión que existe al confundir la custodia con la gestión y también el pensar en la custodia del territorio como un objetivo, no como una herramienta, como un medio para obtener un fin.
Pero ya en el plano práctico, hoy en día, uno de los que más nos preocupa es la confusión entre entidad de custodia y “actor”. Así, sectores primarios como el de la ganadería, la agricultura y el forestal pero, sobre todo y últimamente, el cinegético, parecen decididos a constituirse en entidades de custodia. Desde nuestro punto de vista, todos esos sectores utilizan el medio natural para el desarrollo de sus actividades económicas o para su ocio y, por lo tanto, son actores con cuya opinión hay que contar de modo imprescindible. Pero entendemos que el papel de entidad de custodia del territorio debe quedar reservado a aquellas ONG cuyo objetivo, filosófico, es el de la conservación de la naturaleza.Por otro lado creemos que todas las entidades, y entendiendo la escasez de recursos de muchas de ellas, deberíamos hacer un mayor esfuerzo efectivo para el trabajo en alianza. Debemos creernos, de verdad, que el trabajo en red nos fortalece, debemos cambiar esa mentalidad de trabajo.
Para finalizar, y esta ya es una reflexión más global, nos da la sensación de que nos estamos metiendo en un camino peligroso que puede no tener retorno: parece que los que nos dedicamos a esto de la conservación nos estamos quedando sin recursos argumentales para defender lo que amamos: no estamos siendo capaces de explicar a la sociedad -a fin de cuentas nuestro apoyo- la necesidad de conservar nuestro patrimonio natural por su valor intrínseco. Nos estamos dejando por el camino los recursos emocionales para utilizar únicamente los argumentos económicos y así parece que, en muchos casos, estamos midiendo nuestros proyectos por el impacto económico que estos pueden tener (turismo, creación de empleo, etc.).
PCT: En relación a la conservación de la naturaleza, ¿qué retos te planteas en el plano personal y en el plano organizativo?
JH: Obviamente, y a nivel práctico, el reto es el de mejorar la calidad y la cantidad de nuestros proyectos, aumentar la superficie en restauración forestal y generar, a través del trabajo realizado, una mayor corriente de opinión en la sociedad. En este sentido debemos ser capaces, en primer lugar, de hacer que la sociedad valore más y mejor la necesidad de contar con un entorno natural de más calidad y, en segundo lugar, conseguir una ciudadanía más participativa. Debemos hacer que la gente se sienta importante a partir de las numerosas fórmulas que puede utilizar para su participación.
Consideramos un deber buscar líneas de financiación diversas y priorizar las de origen privado, incluyendo en este apartado a las empresas y a las personas. Debemos también hacer un esfuerzo en acercarnos a la Administración, para hacerle ver que nuestro trabajo complementa al suyo: es una labor que a largo plazo será beneficiosa para todos.
Por otra, en la Fundación Lurgaia debemos mejorar mucho la divulgación de nuestros proyectos y en ciertos problemas que se suelen derivar de la custodia del territorio como son: el seguimiento de aquellas parcelas que gestionamos y la implementación de marcadores que, con el tiempo, indiquen que lo que hacemos tiene un valor ecológico tangible.