El cambio climático es una de las manifestaciones más aparentes del cambio global, agravado por la acción humana, que sufre nuestro planeta. Su gran impacto en nuestra sociedad demanda un amplio compromiso social para reducir las emisiones, favorecer la adaptación al cambio climático y frenar sus efectos más nocivos. Por ello, coincidiendo con la Cumbre sobre Cambio Climático de París, que se celebra estos días, desde la Plataforma de Custodia del Territorio de la Fundación Biodiversidad del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente hemos preparado una serie de reflexiones sobre el papel de la custodia en estos procesos de adaptación al cambio climático. Esta es una forma de demostrar nuestro apoyo a las negociaciones que se desarrollan en París y apostar por la consecución de un acuerdo vinculante y efectivo para la reducción de emisiones contaminantes a la atmósfera a partir del año 2020. La custodia del territorio, como estrategia de conservación que se apoya en la actuación de entidades sin ánimo de lucro y en el compromiso activo de los propietarios y usuarios del territorio, puede ofrecer opciones interesantes y potentes herramientas a la hora de hacer frente a este proceso de cambio, mejorando nuestra capacidad de adaptación, favoreciendo la mitigación de sus efectos y poniendo en marcha iniciativas que contribuyen a fijar dióxido de carbono.
La primera aportación de la custodia parte de su capacidad para generar acuerdos entre personas y organizaciones con intereses muy distintos. La custodia del territorio desarrolla estos acuerdos para conservar el patrimonio natural, cultural y paisajístico, pero esta misma capacidad, la complicidad que se establece entre agentes diversos, resulta especialmente interesante en el marco de la lucha contra el cambio climático de cara a reducir las emisiones. En la misma línea, el papel destacado que juega la participación ciudadana en la custodia del territorio y su capacidad movilizadora suponen un activo importante. Los proyectos de custodia agraria, por ejemplo “Un paisaje que alimenta”, que se desarrolla desde el GOB-Menorca, o el Mercado de la Custodia Agraria, organizado desde la Red de Custodia de Castilla-La Mancha y Madrid, muestran esa capacidad de unir agentes distintos y crear tejido social alrededor de una actividad, algo determinante si se quiere implicar a la población en esta lucha contra el cambio climático.
Los aspectos más territoriales de la custodia también pueden jugar un papel importante en la adaptación al cambio climático, sobre todo porque la custodia aporta el apoyo que necesitan diversas actividades respetuosas con el medio ambiente, muchas de ellas tradicionales y con gran valor cultural, para mantener su actividad en el tiempo. El apoyo de la custodia supone mantener su rentabilidad y los servicios ambientales que proporcionan. Además, son muy importantes para la adaptación al cambio climático, por dos razones principales: su carácter resiliente (es decir, por tener una alta capacidad de recuperación frente a situaciones adversas) y también porque su objetivo principal se centra en terrenos privados, que habitualmente se quedan fuera de otras políticas de conservación, pero que de cara a luchar contra el cambio global son tan importantes como los espacios protegidos. La Red de Espacios para la Biodiversidad, la Diversidad Genética y el Paisaje de ACUDE, por ejemplo, suma casi 9.000 ha de espacios con grandes valores naturales, muchos de ellos privados, en los que se realizan actividades claves para la adaptación local al cambio climático: plantaciones protectoras, actuaciones contra la erosión, limpieza y acondicionamiento de fuentes y puntos de agua, construcción en piedra seca, mantenimiento de infraestructuras productivas, etc. Las intervenciones para la restauración de zonas húmedas es otro clásico de la custodia del territorio que aporta mecanismos y propuestas de enorme interés de cara a la adaptación al cambio climático, al proporcionar nuevos hábitats favorables para algunas especies protegidas que ya se están viendo afectadas negativamente por el cambio climático. Los acuerdos de custodia desarrollados, por ejemplo, en las lagunas de La Nava, Pedraza y Boada, promovidos por la Fundación Global Nature, y que implican tanto a los ayuntamientos como a los agricultores locales, ha supuesto, desde hace más de 15 años, la creación de cientos de hectáreas de humedal de alto valor ecológico, que ya está jugando un papel importante como refugio migratorio y como hábitat de especies afectadas por los procesos climáticos.
La custodia del territorio, además, interviene en procesos activos íntimamente relacionados con la capacidad de adaptación de las especies animales y vegetales al cambio. El caso de la conectividad ecológica es especialmente ilustrativo. La Fundación Oso Pardo, por ejemplo, ha utilizado ampliamente la custodia del territorio como mecanismo para reconectar a las dos principales poblaciones de oso pardo que mantiene nuestro país: la población cantábrica oriental y la occidental. También la Junta de Andalucía, en los trabajos realizados dentro del proyecto Iberlince, ha encontrado en la custodia del territorio un mecanismo de intervención especialmente útil en el Corredor del Guadiamar y en otros territorios importantes para la movilidad de las poblaciones de lince ibérico. El mantenimiento de la conectividad ecológica y la desfragmentación del territorio permiten a las especies afectadas por el cambio climático reaccionar mejor a las alteraciones bruscas, lo que facilita su adaptación.
Las labores acometidas desde proyectos de custodia se dirigen frecuentemente a combatir los efectos más negativos del cambio climático. En esta línea trabajan, por ejemplo, las campañas dirigidas a la eliminación o retirada de especies invasoras que pueblan algunos espacios valiosos, como hacen por ejemplo, diversas campañas dentro del programa Playas, ríos voluntariado y custodia del territorio. Igualmente numerosos proyectos de custodia fluvial se dirigen a proteger, limpiar y mantener en buen estado el dominio público hidráulico, que también juega un importante papel en la fijación de carbono. Finalmente, dentro de esta idea de hacer frente a los efectos más nocivos del cambio global, la custodia ha demostrado su importancia a la hora de enfrentar sus efectos sobre las especies amenazadas, contribuyendo a generar hábitats favorables para las más afectadas. Este es el caso, por ejemplo, del urogallo cantábrico y los proyectos de custodia incluidos en el LIFE + Urogallo cantábrico.
La prevención de efectos nocivos derivados del cambio climático, como la mayor incidencia de los incendios forestales, es otra de las tareas que frecuentemente se abordan desde la custodia del territorio, favoreciendo buenas prácticas de gestión del territorio que contribuyen a evitar estas catástrofes. Es el caso, de las labores forestales que los Amics de La Trapa realizan para la gestión de la Finca de La Trapa, y que incluyen tareas de selvicultura preventiva frente al fuego. El manejo del suelo es un aspecto de enorme importancia de cara a la fijación de carbono y, por tanto, de cara a la mitigación del cambio climático. Es también un elemento que recibe una consideración especial por parte de la comunidad de custodia del territorio, como muestra la iniciativa people4soil, que parte de diversas organizaciones europeas vinculadas al movimiento de custodia. El fomento de producciones agrarias compatibles con la conservación y con un comportamiento mucho más favorable frente al cambio climático es otra de las iniciativas de vanguardia en la custodia del territorio, como muestra el proyecto de la Reserva Natural de Riet-Vell, promovido por la SEO.
Para terminar, conviene recordar que además de las intervenciones directas en el territorio que se promueven desde los acuerdos de custodia hay también algunos elementos puramente socioeconómicos que pueden contribuir, y con un éxito notable, a nuestra capacidad de adaptación frente al cambio climático. En primer lugar, es importante poner en marcha los mecanismos financieros que van a contribuir al desarrollo de las diferentes acciones de adaptación y mitigación, por ejemplo los bancos de conservación de la naturaleza o el pago por servicios ambientales. Esta última modalidad lleva ya bastante camino recorrido en el seno de la comunidad de custodia, que ha experimentado diversas formas de ponerla en funcionamiento. En segundo lugar, es importante guardar un registro que atestigüe el cambio, ser capaces de percibir y de comunicar lo que está pasando, la intensidad de los procesos, sus efectos y sus manifestaciones. La custodia del territorio, con su papel de salvaguarda de elementos singulares del patrimonio, de ecosistemas valiosos y de espacios culturales, ha ido protegiendo paisajes que hoy nos permiten interpretar el cambio global. Esta capacidad de ser testigos del cambio es la última aportación de la custodia del territorio a nuestra caja de herramientas común frente al cambio climático.